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Ayuda, para qué? Yo puedo sola/o (I Parte)

Cuando una pérdida llega a nuestras vidas sentimos muchas cosas, a veces eso que sentimos nos sorprende de tal manera que nos confunde y desestabiliza. Es cierto que esa reacción emocional que vivimos es algo natural y normal y, también es cierto que no siempre sabemos cómo manejar eso que sentimos.

Sin embargo, reconocer que no sabemos y que sería más lógico aprender a hacerlo no se presenta como una de las opciones inmediatas en estos casos. Afortunadamente existe la posibilidad de aprender a gestionar las emociones que tenemos cuando experimentamos cambios y pérdidas en la vida.

Para nosotros, tiene sentido hacer este aprendizaje por varias razones; la primera es para  responder a una necesidad natural como personas que es la conmemoración, la segunda para restablecer el equilibrio entre lo que pensamos sentimos y hacemos y la tercera es para no dejar de vivir al 100%.
La explicación de cada una de estas razones la vamos a dar en tres partes. En esta ocasión hacemos la primera.

“Ya se trate de tristeza, frustración, decepción, temor, congoja u otro sentimiento cualquiera, la naturaleza nos dotó de estos sentimientos con un propósito definido: sirven para movilizarnos y hacernos actuar en la consecución y satisfacción de lo que necesitamos y valoramos. Su impacto en nuestro espíritu y en nuestro cuerpo es sustancialmente diferente al de la desconexión provocada en nosotros por la culpa, la vergüenza y la depresión”

La conmemoración de las pérdidas es una necesidad en el ser humano, es decir una energía vital que nos moviliza para actuar de manera que nos permite crecer.

Sin embargo lo que más encontramos en esta tarea de acompañar a otros a vivir los duelos es la dificultad que tienen de abrazar los sentimientos que surgen, de escucharlos con empatía, es decir sin juicios, comparaciones o explicaciones; al no conectar con lo que sentimos nos alejamos de la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades.

Marshall Rosember, Ph.D en psicología, fundador y director del centro para la comunicación no violenta, dice que las personas actúan siempre al servicio de necesidades y valores, así la acción satisfaga o no a la necesidad.
De tal manera, para él “el duelo consiste en el proceso de conectarnos plenamente con las  necesidades no satisfechas y los sentimientos que se generan cuando reconocemos que distamos de ser perfectos…El proceso de duelo por el hecho ocurrido…nos libera para aprender y crecer.

Al conectarnos momento a momento con nuestras necesidades, aumentamos nuestra capacidad creadora para actuar en armonía con ellas”
Pero para que nuestra conciencia esté centrada en lo que necesitamos, tenemos que entrenarnos. Entrenarnos para reconocer en qué momentos nos dejamos llevar por juicios, informaciones incorrectas o miedos que predominan cuando el tema de las pérdidas aparece; e inmediatamente centrar la atención en las necesidades que hay detrás de esos juicios, ideas o sentimientos.

Como planteaba al empezar, una de las mayores dificultades que se tienen cuando se experimenta una pérdida es hacer conexión con lo que sentimos, por lo tanto, centrar la atención en las necesidades que hay detrás de juicios, ideas o sentimientos, pasa necesariamente por el reconocimiento y validación de esta parte emocional.

Este entrenamiento nos ayuda a aprender a ser honestos con lo que nos está pasando, a descubrir lo que necesitamos, a comunicarlo y a buscar la manera para satisfacer esa necesidad. Como resultado nos sentimos liberados.

Como dicen James, Russell y Landon la libertad es la nueva capacidad de elección disponible…, no supone el final de la tristeza pero puede suponer el final del dolor.

¿Tiene sentido desear aprender, crecer y sentirnos libres? Si la respuesta es sí, entonces tiene sentido elaborar los duelos.

Luz María Tavera

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