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Decir adiós a una relación duradera – Russel Friedman

Una pareja se va a casa después de una fiesta hablando de las personas y los acontecimientos que ocurrieron durante la noche. Es uno de esos placeres que tienen las parejas, hacer algunas observaciones e incluso chismosear [pero sólo un poco] de los demás. Casi todas las parejas lo hacen, incluso las parejas que tienen problemas entre sí.

En el día a día, en las relaciones duraderas, confiamos en nuestra pareja para que nos escuche y responda con oportunos ohh o ahh cuando nos ha ido bien. A menudo relatamos nuestros informes diarios con la emoción de un niño pequeño, saltando de un pie a otro, esperando una palmadita en la cabeza, o incluso mayores recompensas.

Lo mismo se aplica, con emociones contradictorias, cuando el mundo exterior nos ha tratado con dureza. Nos quejamos a ese par de orejas confiados de recibir sonidos guturales y consuelo, para calmar el dolor que sentimos. En esos momentos, la palmadita en la cabeza, real o metafórica, se transforma en un abrazo para expresar mejor el sentido de que nuestra queja ha sido escuchada en voz alta y clara. No importa cuán grande o pequeño sea nuestro mundo exterior, a menudo llegamos a contar con nuestra pareja como la principal fuente de recursos – a la que acudimos en busca de reconocimiento y compañía. Esa realidad por sí sola no define a una relación como buena o maravillosa. Hay muchas parejas que viven en constantes discusiones y desacuerdos por más de 50 años. Aun así, le cuentan todo a su compañero de vida, incluso si lo que dicen no es reconocido o aprobado por el otro.
Las relaciones tienen tanto que ver con la rutina como con esa cosa llamada amor. Los que tienen de las dos son las que hay que admirar.

Una conversación con una viuda o un viudo cuya vida ha sido devastada por la muerte de su cónyuge con quien llevaba mucho tiempo juntos por lo general revela una verdad simple. Cada mínima noticia – feliz o triste – era compartida con su pareja.

Si alguno de la pareja había vivido la muerte de su hermano o hermana, él o ella se había dirigido a su compañero para sentir consuelo. Sus carreras, altos y bajos en la vida social eran temas básicos en la cena o durante conversaciones de almohada. Todo tipo de pérdida – o ganancia – era compartido. Sí, hay excepciones, aquellas personas que no se hablan en absoluto; pero estamos hablando de la verdad más universal y general. Después de una breve conversación con un doliente, a menudo hay sólo un parafraseo efectivo de lo que acabamos de decir. “La persona a quien usted acudía cuando su corazón estaba herido ya no está ahí. Es más, su muerte es el dolor más grande que ha sentido. Y ahora, a quién acude…?”
Mientras esto es obvio para quienes tienen o han tenido relaciones duraderas, es un punto a resaltar sobre lo que sucede cuando la muerte rompe la conexión entre dos personas, más aún, cuando la relación llevaba mucho tiempo.

Si, también puede pasar con amigos, y pasa; si puede pasar entre padres e hijo adulto, y pasa; pero en este caso, queremos enfocarnos en parejas, un lazo de pareja. Incluso cuando existen muchas otras relaciones en nuestro mundo, es distinto –muy distinto-compartir con ellas que compartir con nuestra pareja.
Hablando con más de 50000 viudos y viudas, les podemos decir lo que nos han dicho. Ellos dicen que la muerte de sus cónyuges de mucho tiempo se siente como si literalmente hubieran perdido una parte de su cuerpo. Algunos dicen que sienten como si los hubieran cortado a la mitad. Quién discute con eso? Nosotros no. Les creemos.

Si usted concluye que un divorcio, después de muchos años de casados, puede provocar una serie de sentimientos parecidos, usted está en lo cierto.
Relaciones duraderas no sólo se miden en años. También se miden teniendo en cuenta la intensidad emocional vivida, lo que crea un mayor impacto cuando termina.

Las emociones relacionadas con la muerte o el divorcio no sólo se definen por el tiempo compartido sino por los sentimientos que se producen en ese tiempo.

Recordando esto puede ayudar a afrontar sus propias respuestas a eventos dolorosos, y pueden ser avisos para reconocer lo mismo en otros que están viviendo la pérdida de sus parejas.

Traducción: Luz María Tavera

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